Ay….las emociones…. Qué tanto nos remueven… hay días, cómo los de hoy en los que siento que me tiene atrapada una parte de mí, con una fuerza tal que no soy capaz de salir de ella.
Me siento en medio de un tsunami interno, que (por un tiempo) me arrebata la felicidad interior, para serte sincera antes me podía arrebatar días enteros, a día de hoy, sólo le permito que me arrebate algunos minutos. De algo tiene que servir todo lo que te estoy promulgando, ¿verdad? De algo tiene que servir la conciencia plena.
Cuando me siento en medio de un tsunami que me zarandea y me retiene mi libertad interior, incluso físicamente, siento que me retiene mi respiración. Me doy cuenta de que no puedo respirar ampliamente como suelo hacer y me siento atrapada, reducida,… me siento vivir desde la carencia. Mis pensamientos, mi forma de relacionarme con el mundo en este momento es carente, pobre, de verdad. Surge en mí una zona dominante, tensa, inexpresiva y arisca.
Sí, todos tenemos una parte menos bonita en nosotros y lo bueno es saber verla, reconocerla y abrazarla. Así que hoy que la puedo sentir ampliamente en mí, le rindo homenaje, haciéndole espacio en mi interior, permitiendo que se sienta vista, pero no por ello le voy a dar más coba. No es eso.
Imagínate un niño pequeño que te está llamando la atención constantemente, que te reclama tu presencia, que quiere que juegues con él o que le compres algo en el supermercado, pongamos por ejemplo una de esas golosinas que están al lado de la caja adrede para que caigas en la tentación. Todos sabemos de qué hablamos, ¿verdad? Pues a eso me refiero…. Y tú estás con tu lista de la compra, tratando de enfocarte en lo que sí necesitas, para no olvidarte nada y al lado tienes al niño pequeño que va y viene, alzando la voz y haciendo lo imposible para que le dirijas tu mirada y tu atención. ¿Qué haces al final?, paras aquello que estés haciendo, le miras, le dedicas espacio, presencia, te bajas un poquito para ponerte a la altura de los hijos del niño y le dices, con la mayor serenidad que puedes disponer en ese momento, y con la mayor claridad que te permite la situación. Mira hijo, me doy cuenta de lo mucho que te apetece comprar esta golosina en este momento, es apetecible, ¿verdad? Te diré lo que vamos a hacer, vamos a acabar de realizar la compra juntos, tú me ayudarás a encontrar el producto que necesito y cuando acabe vamos a dónde está eso que te apetece y valoramos si es la mejor opción o no, porque también había pensado que podíamos hacer un bizcocho juntos esta tarde y podríamos comprar los ingredientes para después cocinarlos.
Por experiencia propia, te digo que esta segunda opción puede resultar aún más apetecible que la primera. ¿Por qué? Porque el niño lo que necesita es tu mirada, tu presencia, tu cariño y amor, lo mismo que la tormenta interior que estás viviendo y sintiendo.
La otra opción que puede suceder es que tú sigas con tu historia, el niño siga con la suya y ya estresado a la máxima potencia, en último minuto, después de 4 gritos y malas caras, acabes poniendo de mala manera la golosina en la cinta registradora sólo con tal de que se calle.
En alguna ocasión también lo he experimentado, peor ¿sabes qué? Que esta segunda no hace más que reforzar estructuras, enseñar al niño una forma fácil y estridente de lograr (ojo, no la chuche en sí) sino tu atención, tu mirada, tu amor…. No te confundas,… no es el producto en sí sino es sentirse amado lo que reclama (aunque sea través de comida).
La primera escena que he mostrado si la repites, te ayuda, os ayuda a evolucionar los dos y con el tiempo, también se convertirá en una estructura reforzada.
Tu tormenta te atrapa, tus pensamientos carentes te ahogan… tú puedes sucumbir a ellos con tus malhumores o darles espacio dentro de ti, verlos, reconocerlos y dar un paso adelante, consciente para transformarlos.
La transformación, la elección, el poder está en ti
De nuevo, la meditación, la atención plena es la herramienta poderosa que te otorga la fuerza para redigirgir el rumbo de tu mirada.
Días como los de hoy me hace sentirme agradecida a mi camino y me honro, pues gracias a mi tormenta, siento la fuerza, energía y creatividad para escribir y comunicarte lo que me sucede, que sé que también te sucede. Pero también poner distancia con el zarandeo, gracias al ejercicio de reconocer, abrazar y justo por haberme entrenado y estar enfocada en el camino que realmente quiero, decir SÍ a la tormenta pero NO a comprarte la golosina.
Me doy cuenta de que son solo pensamientos de una vieja estructura que lucha dentro de mí por seguir latente, pero cada vez le cuesta más atraparme. Son estructura muy arraigadas que vienen de lazos familiares, de creencias antiguas de un NO PUEDO o un NO SOY SUFICIENTE. Son inseguridades que necesitan de lo material para sentirse sostenido…
Pero, mi práctica, mi entreno, mi lucidez, mi apertura me reencarna hacia otro lugar. Tú también puedes, seguro, claro que sí, empieza ya. Trabaja con la primera limitación que encuentres dentro de ti y date cuenta de que eso no eres tú, sólo es un pensamiento que se convierte en sentimiento y trata de reclamar su atención dentro de ti.
Feliz travesía, no decaigas, practica, entrena, como dice la canción, después de la tormenta viene la calma,…. No vas a evitar más tormentas en ti, pero sí vas a convertir tu refugio, tu barco, cada vez en un soporte más estable.
Compartir: