Querido aventurero, querida aventurera,
Hoy te traigo una reflexión que a mí me cambió la vida. Deseo que a ti también te sirva para replantearte, de verdad, tu escala de prioridades y te permitas liberarte cada vez más y más de tus propias ataduras.
Toda la vida sintiéndome con la necesidad de controlar, de organizar, de acaparar,… el control es algo con lo que he crecido y es un ámbito en el que solía desenvolverme muy bien. De ahí que en mi etapa como directiva de marketing, me sintiera cómoda “controlando” eventos, planificando hasta el detalle cada secuencia de la programación de lo que iba a suceder….
¿Te sientes una persona que necesitas tenerlo todo bajo control? En ese caso, yo te preguntaría ¿de qué tienes miedo?
Detrás de mi control había mucho miedo. Miedo a no ser suficiente, miedo a no saber manejarme, miedo a que no salieran las cosas como a mí me gustan, miedo, miedo, miedo….
¿Y sabes? El control no te permite disfrutar. El control te controla
Mi control me llevó a sentirme que era capaz de abarcar cada vez más y más. El control me hacía sentir que podía con más,… pero era una farsa. Sólo lograba desgastarme. En realidad vivía sucumbida al deseo de mi mente adquisitiva que quería más y más sólo por tratar de sentirse bien, en una falsa segura realidad.
Empecé a tensionarme por dentro: bruxismo, acortamiento de tendones, pensamientos rápidos y atropellados, respiración entrecortada, dolores estomacales, estrés, ansiedad… y calma 0, relax 0, disfrute 0.
Además te diré que, durante años me desconecté de mi cuerpo alimentándome como creía que tenia que ser sin escuchar realmente lo que de verdad era bueno para mí. Pretendía controlar mi alimentación, pero no desde lo que necesitaba realmente sino desde mi autoconcepto controlador de lo que yo quería que fuera. Acabé con los peores resultados de análisis de mi vida….
El control me engañaba y me decía como tenían que ser las cosas….
Pretender tener todo bajo control tampoco me permitía empatizar debidamente con mis compañeros de trabajo porque no me fiaba. Temía que no lo hicieran como yo creía que se tenía que hacer,…mi conclusión es que el control me aislaba.
Me quejaba de que mi marido no me ayudaba en casa, de que me sentía sola, cuando en realidad (me costó mucho reconocerlo) yo no le permitía que lo hiciera…
Me costó delegar en él y confiar en que él iba a ejercer sus funciones tan bien como yo.
En cambio, siempre recordaré el día en que llegué muy tarde de trabajar, serían casi las 22:00 de la noche, mi marido se había quedado con las niñas, nuestra hija mayor, de 4 años en ese momento y nuestra hija pequeña de 2 aún….y claro, en mi cabeza estaba el llegar a casa y encontrármelas durmiendo plácidamente, cocina arreglada y casa recogida.
Cual fue mi sorpresa al encontrármelas despiertas aún, cocina y casa lo más adecentado posible…..pero los 3 con sonrisa y alegría en el cuerpo, una calma y bienestar que pocas veces encontraba en ellas. Percibí una fluidez, un buen ambiente que no fui capaz de enfadarme ni de decir nada en contra de lo que mi mente controladora me estaba torpedeando en mi cabeza.
Es cierto que era tardísimo para ellas, pero la cara de placidez de los 3 era impresionante y luego llevarlas a la cama fue visto y no visto. No hubo presiones o exigencias. Las niñas me habían querido esperar antes de ir a dormir y mi marido había llegado a un acuerdo con ellas.
Comprendí que no es necesario controlar todo, que cuanto más controlas, más torcido te sale el plan y que si delegas debes, de verdad, confiar en quien lo haces y no cuestionar sus formas. Si delegas, delegas. Si confías, confías.
Pero delegar en otro y querer hacerlo siempre a tu manera, te pierdes oportunidades maravillosas para abrir tu mente y descubrir que hay otras fórmulas que también sirven e incluso son mejores que las tuyas.
Controlar es una forma de encerrarte.
Mi necesidad de tenerlo “todo bajo control” me ha estado encerrando por años. No permitiéndome ser quien soy y llevándome a un callejón sin salida por pretender ser quien no era en realidad.
Mi receta para salir de ahí…
1.- Aplicar la mente de principiante, descubrir el mundo del no saber. Dejar las puertas abiertas a lo que pasará sin tenerlo todo programado… cuesta lo sé, pero merece la pena probarlo
2.- Desde ahí me permití empezar a descubrirme en cada momento. Escucharme con sutileza y observar qué demanda mi cuerpo mi sentir interno. No la mente exigente…..
3.- y más difícil aún, aceptar lo que escucho y veo en mí. Buahh! Este punto sí que es tan revelador como sanador…!!
En fin, como bien sabes, es un camino de vida. Un cambio, pasito a paso para una gran transformación interna.
Soltar, Sentir, Aceptar….
Descubrirás que detrás del “todo bajo control” hay otra versión de ti que tiene heridas ocultas y miedos tal vez. Pero de verdad, es la única vía para crecer, para ser más consciente y salir de tu propia jaula. Porque si no lo haces, cada vez te vas a automotor en una jaula más pequeñita. A mayor control, menor liberta y menor felicidad.
Te lo digo por experiencia. Así que di BASTA! Y empieza a invertir la rueda para crecer y crecer más.
Hasta aquí mi audio de hoy, deseo que si te has encontrado en el mismo punto que yo empieces a aplicar estas pautas y me escribas para compartir tus progresos.
Te abrazo, Marga