Reconociendo tu cuerpo: amígdala

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La amígdala es una estructura compleja, con forma de almendra, situada en el sistema límbico del cerebro. Es el principal núcleo de control de las emociones y sentimientos en el cerebro, controlando asimismo las respuestas de satisfacción o miedo. Sus conexiones no solo producen una reacción emocional sino que debido a su vinculación con el lóbulo frontal también permite la inhibición de conductas. Yo lo llamo, nuestro equipo de bomberos, es la parte de nuestro cerebro que emite la señal de alarma cuando siente que estamos en peligro. El problema es que el 98% de las ocasiones se lo imagina, no es real. Vivimos en un constante estrés haciendo creer a nuestro cuerpo y mente que todo es peligroso y debemos mantenernos en “estado de alerta” la mayor parte de nuestro tiempo. VIVIMOS SUMISOS EN EL MIEDO… y la amígdala es la encargada de emitir esta señal al resto del cerebro y de nuestro cuerpo.

Un excesivo estado de “alarma” interior deteriora nuestro cuerpo y nuestro sistema inmunitario pues es algo así como tratar de estar combatiendo todo el día. Imagínate un ejército militando las 16 horas al día durante 12 meses al año……

Te dejo aquí una explicación más científica y detallada:

Durante muchos años se ha pensado que el cerebro era estático y que, después de nuestros primeros años de vida, sus circuitos neuronales no se podían modificar. Sin embargo, el gran avance de la Neurociencia y de las imágenes de resonancia y escáner cerebral, ha desvelado  su  elevada  plasticidad. Ahora, se puede conocer lo que sucede en la interacción mente-cerebro con elevada precisión, tanto temporal como espacial y los cambios que se producen en él. Estos cambios en el cerebro no sólo se producen por lo que hacemos, sino también por la forma en  que pensamos y sentimos.

Científicos representativos a nivel internacional como Richard Davidson (Universidad de Wisconsin-Madison), han demostrado que la práctica de mindfulness y la meditación producen cambios beneficiosos en la plasticidad  del cerebro.  En investigaciones recientes, se han observado cuatro tipos de cambios que pueden producirse en nuestro cerebro con la práctica de Mindfulness

  1. Aumento de la materia gris / grosor cortical

La corteza prefrontal, que es la principal responsable de la planificación, resolución de problemas y regulación emocional.

La corteza cingulada anterior, asociada a funciones como procesos de autorregulación, incluyendo la capacidad de controlar las dificultades de atención y permitir una mayor flexibilidad cognitiva.

El hipocampo, que es la parte del sistema límbico que gobierna el aprendizaje y la memoria. Además, es altamente susceptible al estrés y a trastornos relacionados con él, como la depresión o el trastorno de estrés postraumático.

  1. Disminución del tamaño de la amígdala. A medida que la amígdala se contrae con la meditación, la corteza pre-frontal, asociada a funciones cerebrales superiores como la conciencia, la concentración y la toma de decisiones, se engrosa. La conexión entre la amígdala y el resto del cerebro se vuelve más débil, mientras que las conexiones entre las áreas asociadas con la atención y la concentración se hacen más fuertes.
  2. Disminución de las conexiones entre la amígdala y la corteza prefrontal, lo que permite una menor reactividad y facilita las conexiones entre áreas asociadas a funciones superiores del cerebro como son la atención y la concentración.
  3. Disminución de la activación de nuestro modo Red (DMN), que también es conocida como “la mente del mono”, que es una tendencia poco adaptativa a rumiar pensamientos que nos aleja de la felicidad.

La práctica de Mindfulness puede hacer que el cerebro y por tanto nosotros, seamos más conscientes, más tolerantes, menos críticos y podamos responder en lugar de reaccionar ante situaciones difíciles.

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